Los lectores escriben sobre la dependencia a las pantallas de las nuevas generaciones, el difícil acceso a la vivienda de los jóvenes, la inteligencia artificial y sobre el comportamiento del diputado Daniel Viondi hacia el alcalde de Madrid.
Si de algo me he dado cuenta a lo largo de estos años como docente es de la poca cantidad de tiempo que los progenitores pasan con sus hijos. El exceso de trabajo y otras circunstancias imposibilitan el hecho de establecer vínculos y educar en valores. No nos damos cuenta de que al final son víctimas de esta nueva era tecnológica con la que han crecido desde pequeños. Y que la vida ha cambiado para todos. No intenten buscar culpables. Y no, no existe una generación de cristal, es al cristal de la pantalla donde nos estamos asomando a degüello, sin pudor y sin vergüenza, sin empatía, y encima por mucho tiempo, viendo absolutamente de todo, porque todo está al alcance. La realidad es que sin comunicación no hay educación, no hay comprensión, sin comunicación vamos a presenciar muchos más casos tan desagradables como la violencia en un instituto de Jerez. El tiempo para hablar es escaso y los valores van naufragando en este exceso de digitalización, de soledad, de egoísmo y de poco esfuerzo.
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